Cuando uno era chico y jugaba fútbol no podía evitar soñar con ser el mejor, y ojalá poder defender a su país jugando en la selección nacional. En ese entonces el puro hecho de representar a tu país era razón suficiente y uno jamás pensaría en rechazar el llamado.
Nuestro país no es tan rico en jugadores de alto nivel, a diferencia de nuestros vecinos argentinos y brasileños, quienes cada seis meses exportan una buena cantidad de jóvenes hacia las mejores ligas de Europa, en cambio nosotros con suerte uno o dos al año. Es por esto que cada vez que aparece un Salas, un Zamorano, un Matías Fernández o un Alexis Sanchez, por nombrar alguno, los veneramos como si fuesen dioses y todo lo que hacen es entendible. Pero tal como dice el dicho "pueblo chico, infierno grande", en nuestro pequeño universo futbolístico pasan las cosas más extrañas e inentendibles, y aún así logramos encontrarle un sentido coherente.
Tomemos por ejemplo a la base de la selección nacional, los equipos de la liga chilena de fútbol. Tenemos uno de los torneos más extraños y menos excitantes del planeta. Los clubes pasan buena parte de la temporada jugando a un nivel regular para llegar a los playoff y recién empezar a jugar como debiesen haberlo hecho desde el comienzo. ¿Cuál es la explicación coherente para esto? Aparece un dirigente de la ANFP, Asociación Nacional de Fútbol Profesional diciendo "así los equipos chicos tienen mayores posibilidades de salir campeón". Uno con esa respuesta hasta se abraza y se besa de felicidad con cualquier extraño. Pero que pasa en verdad. Los equipos llamados grandes se relajan la primera parte del campeonato para luego jugar los playoff en serio y salir campeón. Sino pregúntenle a Colo Colo que ganó cuatro veces seguidas el campeonato sin jugar ni relativamente bien el inicio de la competencia. Y qué pasó con los equipos chicos que se mataron todo el torneo para conseguir un cupo en los playoff e incluso liderar la tabla general de puntos, nada. Eliminados en primera ronda de los playoff. Me imagino que Audax Italiano, el año pasado, y Ñublense, este año, no están muy felices que digamos con el sistema. Pero para suerte de los organizadores del torneo siempre ocurre un milagro que termina dándoles la razón. Everton de Viña del Mar, de regular campaña, juega unos playoff excepcionales y termina campeón. Besos y abrazos para todos.
Dejemos el torneo local y veamos a la selección nacional, donde juegan los mejores, aquellos que destacan por sobre el resto y que juegan a gran nivel en sus clubes, tanto locales como extranjeros. Suena bonita esa frase, pero desgraciadamente no es así hoy en día. Nuestros mejores futbolistas, los que juegan en los equipos grandes de Europa, no vienen a defender los colores patrios, y aquellos que son suplentes en los equipos grandes de Chile juegan de titulares. Pero no se preocupen, hay una respuesta coherente para esto también. Los grandes como Jiménez, Vidal y Pizarro dicen que la selección no es conveniente para sus carreras. Entonces salen con excusas tales como "la carrera de un futbolista es muy corta, debemos aprovecharla al máximo". Como pudimos dudar de ellos... Cualquier otro futbolista del mundo daría lo que fuera por ser llamado a su selección nacional, sin importarles si es titular o reserva. ¿Por qué? Por que lo sienten de otra manera, de la manera correcta. No hay mayor logro que vestir los colores patrios, hagas lo que hagas. Pero igual de alguna u otro forma les terminamos encontrando la razón a aquellos que se apartan, porque ellos en verdad no tienen la culpa. No... Es el entrenador quien los quiere perjudicar convocándolos para luego dejarlos en la banca, cuando ellos deberían ser titulares. Obvio, que va a saber el entrenador que llevó a Argentina a dos Mundiales consecutivos con las mejores estadísticas vistas en años. No sabe nada, en cambio nosotros y ellos, Todo.
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